viernes, 29 de mayo de 2009

La medianoche del Nacional: Iron Maiden en Lima (Chapter the second)


“Running, scrambling, flying,
Rolling, turning, diving, going in again”
Steven Harris

Jorge quería comprar un polo. A tres metros nuestro un chico alto, espigado, pelucón, despeinado y notoriamente metalero ofrecía su mercancía a viva voz. Decidí comprarme uno yo también. Quizá así podría pasar encaletado entre tanto atolondrado y hardcore fan enamorado. Le pagamos treinta soles por las dos prendas y él nos devolvió el cambio agradecido, mientras comentaba que ya podría empezar a buscar una entrada y entrar al estadio lo más pronto posible. Extendí la prenda ante mis ojos para examinarla en su totalidad. El pecho mostraba las palabras IRON MAIDEN en llamativo escarlata y bajo ellas, un cráneo con casco militar parecía flotar sobre dos metralletas blancas con fondo salpicado de sangre roja a borbotones y con la consigna “A matter of life and death” como atractivo secundario; mientras que atrás rezaba “Somewhere back in world time (el nombre de la gira, al parecer), 26 de marzo del 2009. Lima – Perú”. Jorge se sacó el polo que llevaba puesto y se cambio rápidamente en plena calle. Yo conservé mi prenda en la mano mientras pasábamos los primeros chequeos de seguridad del Estadio, y pensé en la frase impresa “Un asunto de vida y muerte”, mientras subía las escaleras de la Tribuna, aún temblando de miedo por la locura que estaba a punto de cometer.
Un mar negro, eso es lo que era el Estadio Nacional en ese momento. Cientos de fans con las prendas de oscuras de rigor, sentados en el césped del maltratado campo. Arriba, en Tribuna Norte, se vivía un ambiente muy similar al de las zonas de stand up. El alcohol, tabaco y la marihuana se repartían por doquier sin restricción alguna. Tres escalones más abajo un grupo de metaleros cuarentones se bañaba literalmente en cerveza cristal, mientras celebraban jubilosos la ya inminente y pronta llegada del show de la Dama de Hierro en unas pocas horas. Uno se había sacado el polo intentando bailar frenéticamente a lo Van Kilmer haciendo de Jim Morrison en la película de Oliver Stone. La gracia le costó una estrepitosa caída sobre un cúmulo de latas regadas en el suelo. Las risas no demoraron en llegar. El tipo ya estaba definitivamente camino a la falta de conciencia siendo apenas las seis de la tarde. Pero lo que realmente me dejó atónito fue ver a una orgullosa madre con su retoño de unos tres años en brazos, el cual tenía una larguísima y enmarañada melena negra que le tapaba la mitad de la cara y vestía una versión miniatura de los polos que todos tenían puestos, siempre con la imagen de Eddie con un fusil o la bandera de Gran Bretaña siendo ondeada triunfalmente.
Al cabo de una hora, el Estadio estaba ya a punto de llenarse. Los palcos rebosaban de gente y Run to the hills recibía cada vez más grupos de fanáticos. The Trooper, la zona más cercana al escenario ya no podía albergar ni siquiera un alfiler y 2 minutes to midnight calentaba las voces practicando porras al azar. Las luces se apagaron unos minutos después M.A.S.A.C.R.E apareció en el escenario entre vítores y miradas algo escépticas por parte de algunos fanáticos (o al menos eso pasó en Tribuna Norte) que no cesaban de gritar: “¡MAIDEN, MAIDEN, MAIDEN!”.
¡Qué de concha de su madre es estar aquí! ¡Vamos a hacer explotar esta mierda, carajo; porque la bestia ya está en el Nacional! – Era Adrián del Águila, vocalista del grupo con su singular saludo a la audiencia metalera. De entre los cinco grupos que se les plantearon en un principio, la Dama de Hierro había depositado en este la difícil tarea de calentar a las 35 000 furiosas almas en el Estadio Nacional, cosa que cumplieron a cabalidad solo con apenas 30 minutos de show a punta de fuerza, rugidos y guitarras asesinas en potencia.

martes, 7 de abril de 2009

La medianoche del nacional: Iron Maiden en Lima (Parte 1)



"Wherever yo are, Iron Maiden's gonna get you. No matter how far."
Bruce Dickinson

Cuando recibí la invitación vía facebook para el concierto de Iron Maiden, no se me por la cabeza ni la más remota idea de asistir. En realidad nunca había escuchado heavy metal, o si lo había hecho solo atinaba a prestar atención a los primeros segundos del tema para luego cambiarlo por uno de mi propia selección musical. Quizá por ello me mostré tan escéptico cuando Jorge Ricaldi, un amigo del colegio, me buscó en uno de los huecos de la universidad para animarme a ir al “show más alucinante en la historia de la humanidad”, un show imperdible ya seas fanático o no porque ver a la Dama de Hierro es algo así como una once- in- a- lifetime ocassion.
No supe que responder en ese momento. Planeé negarme pero lo noté tan insistente que no me quedó de otra que barajarla y atinar a un escueto “voy a pensarlo”. Más tarde recibí una llamada de él. Otra vez la misma pregunta y yo me quedé mudo por un rato. Sabía lo que tenía que decir pero por alguna extraña razón había estado averiguando más sobre el grupo en cuestión. Más allá de lo que Jorge me hizo escuchar por medio de su celular, logré indagar sobre algo los inicios de la banda, el estilo especialmente particular que poseen y sobre todo por qué tienen, a pesar de ser una banda relativamente longeva, seguidores que, como más tarde lo comprobaría, darían la vida por ellos. Mi respuesta, está de más decirlo, fue afirmativa. El, entusiasmado por haber logrado convencerme, me dijo que me buscaría al día siguiente en la universidad a eso de las doce del día para comprar las entradas y dirigirnos, con premura, al Estadio Nacional, sede del gran acontecimiento metalero.
Eran casi la una de la tarde del jueves 26 de marzo, cuando Jorge empezó a llamarme insistentemente al celular. El tontódromo de la Universidad Católica rebosaba de gente eufórica y polos negros con la imagen de Eddie, la mascota maidenesca, en clara actitud desafiante. Encontré a Jorge entre la oficina de asociación de graduados y el cafetal junto a la librería PUCP. Un alegre pasacalle apareció desfilando junto al comedor de Letras mientras nosotros nos dirigimos a la puerta principal, con dirección al Plaza Vea ubicado en la avenida La Marina. Compramos dos entradas en tribuna. Cada una con un valor de veintinueve soles, baratísimo para un concierto de tamaña popularidad. Quedamos en ir a nuestras respectivas casas para almorzar y vestirnos para la ocasión. Lo último fue quizá el primer gran reto que me tocó afrontar.
Estaba claro que mi aspecto podía ser todo menos el de un metalero. Mis rulos, aunque alborotados, contrastaban con las largas, enredadas y lacias cabelleras de los individuos de mirada dura y algo sombría. Los dos únicos polos negros que tengo estaban, precisamente esa semana, en lo más hondo del cesto de la ropa sucia. No tenía opción. Extraje uno de ellos entre un amasijo de medias y demás prendas sudorosas y me lo puse resignado junto con un par de blue jeans medio gastados. Busqué en mi armario un par de zapatillas que pasaran encaletadas entre las botas de construcción tan típicamente hardcore y salí de mi casa con la entrada, mis llaves y treinta soles en el bolsillo.
Llegamos al estadio a eso de las cinco de la tarde. Durante todo el trayecto el celular de mi amigo no cesaba de reproducir, una tras otra y en secuencia interminable todas y cada una de las canciones del grupo de Bruce Dickinson y compañía. Los alrededores del Estadio Nacional estaban repletos de de gente con polos negros, cajas de cerveza y olor a cigarro Hamilton. A lo lejos logré interceptar dos de las numerosas carpas pertenecientes a los numerosos fanáticos que habían pernoctado en el lugar con el fin de conseguir las mejores ubicaciones para el acontecimiento de sus vidas. Caminamos unas cuadras en dirección a la entrada de la tribuna norte. Oí una voz de mujer y volteé. Una señora de unos cuarenta y cinco años con el polo negro de rigor, una lata de cerveza Cristal en la mano derecha y un pucho a medio terminar en la otra, rodeada por tres personas más con las mismas características llamaba a un sujeto que no logré divisar pero al escuchar la frase “A los años, ¿dónde está tu polo?” y mientras abría los brazos fofos en señal de recibimiento supe que en ese momento acontecía lo que parecía ser un raro y entrañable reencuentro de promoción.
Caminamos unos metros más. Una señora de tez oscura y vientre muy pronunciado pregonaba “tengo entradas a rrun tu da jils, y a tu minuts tu midnaijt” mientras vendía mentitas y cigarros al mismo tiempo. Las infaltables reventas antes del concierto eran tan típicamente peruanas que solo se me ocurrió sonreír sin motivo alguno. Jorge quería comprar un polo. A tres metros nuestros un chico alto, espigado, pelucón, despeinado y notoriamente metalero ofrecía su mercancía a viva voz. Decidí comprar un polo yo también. Quizá a si podría pasar encaletado entre tanto atolondrado y hardcore fan enamorado. Le pagamos treinta soles por los dos polos y el nos devolvió el cambio agradecido, mientras comentaba que ya podría empezar a buscar una entrada y entrar al estadio lo más pronto posible. Extendí la prenda ante mis ojos para examinarla en su totalidad. El pecho mostraba las palabras IRON MAIDEN en llamativo escarlata y bajo ellas, un cráneo con casco militar parecía flotar sobre dos metralletas blancas con fondo salpicado de sangre roja a borbotones y con la consigna “A matter of life and death” como atractivo secundario; mientras que atrás rezaba “Somewhere back in time (el nombre de la gira, al parecer), 26 de marzo del 2009. Lima – Perú”. Jorge se saco el polo que llevaba puesto y se cambio rápidamente en plena calle. Yo conserve mi prenda en la mano mientras pasábamos los primeros chequeos de seguridad del Estadio, y pensé en la frase impresa “Un asunto de vida o muerte” mientras subía las escaleras de la Tribuna, aún temblando de miedo por la locura que estaba a punto de cometer.

Geminis


El revólver parecía a punto de resbalarse entre sus dedos llenos de sudor y sangre humana fresca de la última víctima que acababa de cobrar. Ladeó la esquina sin bajar el arma, se secó el sudor de la frente con una de las mangas de su camisa a cuadros y siguió caminando hacia la puerta entreabierta que distinguió entre la oscuridad total del lugar. Su corazón latía como una bestia tratando de zafarse de la prisión interna planeando una embestida asesina. Llego a la puerta, respiró hondo y la abrió mientras las bisagras chirriaban delatando la gran cantidad de óxido y decrepitud de la casa adobada, perdida en lo más remoto de los silenciosos cerros huamanginos.
Entró. La madera bajo sus pies pareció crujir emitiendo un ruido seco y lúgubre. El aire olía a decrepitud y montaña y el viento azotaba las cortinas de trapo blanco contra la pared de adobe manchada de suciedad doméstica. El cuarto estaba vacío. Solo unas hilachas de paja de establo flotaban en el aire por el vendaval procedente de la chacra contigua. El arma temblaba incesante entre sus manos empapadas de sudor frio. Avanzó. Una sombra se erguía de espaldas ante él, pero esta sombra le resultaba curiosamente familiar. Era el mismo porte, la misma camisa, el mismo cabello y el mismo fétido olor rojo muerte en la ropa. Vaciló y detuvo su marcha. Bajó el arma y habló, aunque sabía de antemano la respuesta de la sombra, así como esta sabía lo que el coronel Roberto Araujo habría de preguntar. A pesar de su pobre manejo del quechua, levantó el arma y con la típica voz propia acorde a su ostentoso cargo policial gritó.
- ¿Imataq sutiyki?
La figura del hombre frente a él no se inmutó. Seguía de espaldas como si no hubiese escuchado absolutamente nada. - ¿Imataq sutiyki?. El coronel se empezaba a impacientar. Nunca nadie había ignorado una increpación suya, siempre fue tan apreciado, tan tomado en cuenta, tan admirado por sus subalternos que no necesitaba terminar de dictar la orden para que su gente la cumpliera a cabalidad y en el menor tiempo posible. -¿Imataq sutiykikiiii? Se sentía ridículo gritándole a la espalda del sujeto frente a él. No lo toleraría más, al coronel Roberto Araujo nadie lo ignora y menos un pobre civil que osaba vestirse idénticamente a él. Bajó el arma de nuevo y con la ira saliéndole por los poros se acercó, tomó el hombro izquierdo del sujeto y lo samaqueó mientras descargaba la ira e impaciencia acumulada durante días y horas pasadas. – Escúchame bien huevón. Conmigo nadie se hace el loco y menos un indio malnacido como t…
Soy Roberto Araujo. Soy tú y tú eres yo, coronel. – La sombra había volteado y ahora lo miraba directamente a los ojos. Un suave halo de luz lunar lo bañaba en medio cuerpo, mientras la otra parte permanecía aún en la oscuridad. El coronel calló por un momento. Se miraba a si mismo frente a él y sin embargo estaba seguro que no era él a quien veía. Era imposible que se viera y escuchara. – Debe ser producto de alguna hechicería de estos campesinos de mierda. Tú no existes, yo soy el único que está aquí. Tú no eres real, tú no eres más que un producto de mi imaginación. Este maldito pueblo me está volviendo loco. –
Yo soy tan real como tú. Yo también asesiné a esa gente. Yo vi cuando lo hicimos y disfruté sus gritos mientras los descuartizabas y colgabas sus restos en los postes de la plaza para que los perros se los coman, los gocé tanto como tú. Yo soy el coronel Roberto Araujo.
El coronel tambaleó y retrocediendo aterrorizado, tropezó con un costal de papas en medio del suelo polvoriento. A tientas buscó su arma, tenía que acabar con el sinvergüenza que tenía adelante. Era totalmente inadmisible que un civil osara a imitarlo, a querer suplantarlo. Un impostor no podía ser tolerado. Lo arrestaría ahí mismo, lo encerraría en la más mugrienta de las celdas y al día siguiente le daría una sanción ejemplar porque en su jurisdicción nadie se mofaba de él y quedaba bien librado tan fácilmente. Casi a tumbos, se levantó y estirando su torso al máximo, como queriendo recuperar su imagen autoritaria, se enfrentó a la sombra que decía ser él mismo.
Queda usted arrestado por faltar el respeto a la autoridad, no intente oponerse y agáchese con las manos sobre la cabeza. - Su voz sonaba falsamente segura. Sabía que había algo ahí que no cuadraba pero se negaba a aceptarlo. Ese hombre frente a él se le parecía tanto, pero no; no había posibilidad alguna para alguien tan porfiadamente poco supersticioso como él que lograra convencerlo que hablaba consigo mismo, o con algo tan pocamente etéreo que parecía de carne y hueso. El impostor lo escuchaba divertido mientras el coronel pensaba en destrozarle el cráneo a culatazos por la insistente insolencia del individuo. - ¿Aún no lo entiendes, Roberto? Tú mataste a esas personas. Tú eres el asesino que tan febrilmente han estado buscando tanto tú y tu tropel de buenos para nada. Siempre tuviste al asesino literalmente pisándote los talones. Tu ineptitud, tu excesiva confianza y la de otros depositada en tu trayectoria impecable, tu tino y responsabilidad para con el país te hizo creer que estabas libre de toda sospecha. Esos años sirviendo en el glorioso ejercito peruano bastaron para crearme y crecer en ti, un asesino en serie un enfermo mental sediento de sangre. Este eres tú. Este es el coronel Roberto Araujo, poseedor de la Medalla del Sol en Orden de Gran Cruz, el hombre que acabó con el régimen del Terror y que creó uno más cruel y despiadado. ¿Qué harás ahora? ¿Entregarte como un soldado fervoroso y fiel al servicio de la Patria o huir como el más vil de los terrucos que mataste tantos años atrás? Tienes dos opciones y poco tiempo para decidir. Tus oficiales están cerca y lo sabes. Llegarán en cualquier momento y quieras o no tendrás que confesar los crímenes. Un mártir, un héroe de la Patria cae, un bestia, un animal se levanta. Tú decides. Me dejas actuar a mí o huyes como un maricón montaña adentro, en medio de la nada para pasar de cazador a presa. ¿Tú sangre o la de ellos falso patriota?
El coronel Roberto Araujo, atónito, sentía resbalar lágrimas de ira profunda sobre sus recias mejillas de volcánico luchador. Toda una vida, todo su talento, todo el sudor y los años sacrificados por su país se habían ido a la mierda de un momento a otro. Pero aunque sabía que lo que le decía el otro coronel era verdad, se negó a dejarse vencer tan fácilmente. Así, con toda la ira que podía acumular en sus fornidos brazos se abalanzó sobre él. Rodaron por el suelo y forcejearon un buen rato. Los puñetes y las patadas se repartían por doquier. El coronel lloraba de resignación y vergüenza. Había traicionado a su tierra y para eso solo había una solución posible. La sabía muy bien. Era parte fundamental del código de honor espartano que había aprendido a medias hacía años sentado sobre dos pares de ladrillos y apoyado sobre una tablita de madera podrida, zapatos sucios por el polvo de la pichanga, carita sudorosa y chaposa, ojos de abogado soñador, bajo un precario techo de esteras que lo protegían parcialmente del inefable sol de marzo en las vastas y nostálgicas pampas ayacuchanas.

sábado, 28 de febrero de 2009

Cacofonia


Lately, I've got a very worrying lack of inspiration
No se como, ni por que diablos paso
Solo se que empezo desde que tu te fuiste.
SILENCIO, el noctambulo silencio da la bienvenida
a la distinguida concurrencia.
Mi inspiracion y tu van a la matine en primera fila.
Las cacofonias de un bandoneon desafinado y un saxo lugubre y triste
sirven de soundtrack para la pelicula de mi vida.
El muchacho de misantropia incurable.
El chico sufrido que escribe como una forma de matarse menos cada dia.
La bestia escondida detras del tipo lindo y buena gente que todos conocen.
No soy quien crees que soy
Ni soy quien yo supongo que soy.
Y escribo para no morir, o quiza muero porque pretendo escribir.
Soy una sombra eterea y afasica.
Soy un ermitaño, un poeta maldito.
Y escribo porque asi puedo justificar alguito de mi existencia
en signos y fonemas que dibujan lo absurdo de una vida sin matices grismasoscuro.
Y he escrito esto mientras muero en un sillon, quiza por millonesima vez,
esperando que vuelvas y quiza vuelvas por mi.
La multitud invisible se ha retirado hace mucho.
Y ante ti Luchito Hernandez despliega en el ecran una secuencia de signos criptograficos que descifras con singular turbacion.

T
H
E

E
N
D

Hello,good bye, mi dulce amor.

miércoles, 18 de febrero de 2009

A la opinion publica


"Solo estoy solo y estoy buscando a ese alguien que me esta esperando,
que me entienda y si no me entiende, alguien que me comprenda..."
Andres Calamaro

Cuando mi relacion con la mariposa traicionera termino, me sumergi en un fozo de depresion insondable que me hizo optar por la soledad y solteria absoluta. Jure no volver a enamorarme y por consiguiente a no volver a entablar relacion alguna con ninguna otra mujer en mi vida. Mi estado emocional era catasroficamente desolador, me volvi un esceptico ante la posibilidad de encontrar a eso que a mi parecer llaman la media mitad perfecta. Agobiado y hastiado de lo estupido que habia sido al desperdiciar dos años de mi vida en un relacion totalmente absurda por donde se le mirara, me volvi enemigo acerrimo de todo pensamiento quimerico y fantastico de encontrar a una persona compatible con uno mismo sin salir masacrado y lisiado de por vida en el camino.
Pues bien, tras los comentarios recibidos por personas que leyeron la infame historia de la mariposa traicionera, y mas recientemente, mi critica furibunda pero sincera al muy patetico dia de san valentin, sobre el hecho de mi total reticencia y rechazo al amor, o para ser mas exactos, a no cerrar las puertas de mi ya desvencijado corazon (disculpen el cliche); he decidido reconsiderar de forma parcial mis convicciones sobre el tema. Si bien sere menos cerrado, al punto de considerar la posibilidad de volver a enamorarme algun dia que supongo no sera muy cercano; esto no significara mi total tolerancia a esta forma tan rara de ver la vida que aun no termino de entender. El amor y yo, considero, somos tan solubles como el agua y el aceite. No podriamos cnvivir en un mismo espacio ni el mismo cuerpo porque simplemente uno de los dos tendria que desaparecer. Mi soledad es algo que me caracteriza desde pequeño, siempre me reconocian por ser un muchacho algo ido y melancolico, aunque ella no me impidio estar rodeado de gente buena quienes me querian y a quienes yo retribuia y retribuyo el cariño de forma reciproca. Digamos que la mariposa traicionera fue un quiebre, un huracan que devasto adolescencia dejando, literalmente, mi ecosistema emocional en un caos irremediable. Y ahora, tanto tiempo despues y luego de haber pasado tanto tiempo en compañia de mi deliciosa soledad resultara algo dificil volver a intentar algo con alguien, me cuesta confiar y creer de nuevo en que alguien pueda lograr enamorarme. A quien lo intente tendra una ardua tarea por venir, pero solo me queda esperar a que exista alguien que pueda cambiar mi forma de pensar y logre aguantar mis repentinos ataques de locura; alguien que entienda que el "vivieron felices para siempre" es solo un cuento inventado para aquellos incautos y bisoños individuos que aun ignoran cuan jodida puede ser la vida de un momento a otro. Si la felicidad existe, se construye de dos y mirando ambos en la misma direccion.

sábado, 14 de febrero de 2009

Be my anti valentine


Para Ana Paula, mi anti valentine

"La unica funcion del amor es la de ayudarnos a soportar
esas tarde dominicales,crueles e inconmensurables,
que nos hieren para el resto de la semana y por toda la eternidad"
Emile Michel Cioran

Y llego, ya está aquí, ese fofo, rollizo y blondo bodoque con patas que se hace llamar Cupido. Las calles se tiñen de rosa y los parques se llenan de una procesión multitudinaria y casi religiosa de parejas melosas en extremo y billeteras a punto de estallar en una explosión de gastos innecesarios y vacuos hasta el más ínfimo detalle. En el día del amor y de la amistad, por antonomasia, lo segundo suena más a relleno que a verdadera valoración. La amistad en estos casos queda como premio consuelo para aquellos corazones solitarios; con paréntesis, corchetes y hasta puntos suspensivos que aunque invisibles están presentes como signo determinante del total sinsentido de la celebración. Cupido por lo tanto no es una alegoría del amor puro y sincero (si es que este existe), sino una caja registradora con alas, arco, flecha que no tiene mejor idea que jodernos la paciencia en un día tan cursi como este.
El San Valentín al que hace referencia esta celebración no tiene, en realidad, fundamento histórico que respalde su existencia. Empezando por el hecho de que la Iglesia reconocía cerca de once días de san Valentín y que el 14 de febrero hay tres valentinos agasajados. El primero es el San Valentín romano, un sacerdote que, encerrado en una celda por mandato del emperador Claudio, por casar parejas cristianas en secreto. Ahí conoció a Julia, hija del carcelero y ciega de nacimiento con quien entablo una relación de amistad sincera y a quien antes de ser martirizado le devolvió la visión y le dejo una nota con la frase: “de tu Valentín”. El Valentín de Terni, fue también un religioso empecinado en instaurar el amor en la cruel dictadura romana. Algunas fuentes históricas lo relacionan con el romano, al punto de considerarlos la misma persona. El último es también un mártir mencionado en los martirologios del cual solo se sabe que fue muerto en África junto con otros compañeros. Sin embargo, en el decreto papal, la Iglesia afirma que San Valentín es uno de esos personajes “cuyos nombres son venerados por los hombres, pero cuyos actos sólo Dios los conoce", admitiendo así la absoluta carencia de datos verosímiles sobre este santo. Otro punto en contra sobre esta celebración es que por el hecho de ser una festividad derivada de la cultura romana, está estrechamente relacionada con las Lupercales, sobre las cuales Plutarco escribe:
Lupercalia, acerca de la cual muchos escribieron que antiguamente la celebraban los pastores, y que tiene alguna relación con las fiestas Liceas (de Arcadia). En esa época muchos de los jóvenes nobles y muchos magistrados iban y venían desnudos por la ciudad —por diversión y risa—, azotando a los transeúntes con látigos cerdosos. Y a propósito también se cruzaban con ellos muchas mujeres de rango, que como escolares les presentaban las manos para que les pegaran, creyendo las embarazadas que se les facilitaría el parto, y las estériles que podrían ser fecundadas.
Así, bajo las fiestas de las Lupercales, en lugar de aludir al amor sincero y desinteresado del cual este día hace alarde, descubrimos bajo el disfraz de oveja cándida y pura se encuentra el lobo feroz esperando la primera señal de descuido para atacar con las mentiras y la hipocresía, tan presentes en épocas como la nuestra. Asimismo, la figura de Cupido tan simbólica en esta fecha, tiene sus raíces en el termino Eros, que según el diccionario grecorromano connota en “amor erótico” y no en el amor del que se habla y se defiende por parte de los san valentinianos. Es como si esta pelota alada nos instara a echarnos un polvo rodeados de pétalos de rosa y demás cursilerías agridulces pues san calentin es, realidad una fiesta de la eroticidad y el consumo masivo, un producto que se nos vende como pan caliente, donde los medios nos abarrotan de una avalancha de ofertas en precios de hostales, flores, restaurantes, tarjetas regalos absurdos y hasta poemas on line creados por computadora, toda una fanfarria estridente, una fiesta de la huachaferia.
Si el amor existe (cosa que dudo en base a experiencias pasadas no solo mías sino de personas que conozco) este debería celebrarse todos y cada uno de los días de nuestras vidas, renovándolo para no morir en el vano intento de creerlo imperecedero, pues el amor es solo eso, un estado mental renovable en constante ritmo, un freno a nuestro desarrollo mental pues duela a quien le duela, el amor es una forma de estupidizacion absoluta, un flagelo retardante e infame, un alucinógeno que nos hace sacar lo peor y mas patetico de nosotros y que nos aliviana el sistema inmunológico, nos hace decir babosadas y nos deja muertos en vida una vez que se va. Es por eso que celebro el amor de la amistad de tantas personas que me rodean y a quienes estimo, es por eso que a pesar de mi conocida y ya marcada soledad aun creo en la sinceridad en algunos, que aunque pocos me han demostrado tener un corazón de oro y estar ahí cuando lo necesite. No se enamoren, vivan la vida con el cariño de sus amigos, caminen por el malecón y miren el mar cada vez que puedan y entiendan que el amor es solo eso, un concepto en base a signos gramaticales y fonológicos, una palabra carente de sentido cuando se le analiza minuciosamente y para la cual no existe rango de edad, sexo o raza; simplemente ataca cuando uno menos se lo espera matándonos lentamente como un virus letal y despiadado. Vivan su vida y miren con alegría la de los demás, las cosas solo pasan una vez y el mundo gira locamente para no volver jamás. Anoche pase la mejor desvelada de anti san valentin que pudo haber existido. Y a pesar de los miles de kilómetros que me separan de Lima pienso con optimismo que nunca he sido feliz, pero al menos he perdido varias veces la felicidad.

martes, 3 de febrero de 2009

Cowboy story (Chapter the second)


Cuando hube recogido mis maletas despues del respectivo y minucioso chequeo en el departamento de migraciones, y luego de haber pagado el impuesto de salida previo al embarque de pasajeros, me derrumbe, junto con mis maletas, en uno de los frios escalones de ceramica que abrian el corredor repleto de tiendas y souvenirs peruanos. A lo lejos un grupo de musicos ataviados con coloridos trajes tipicos de nuestro pais, tocaban alegres y nostalgicas melodias al ritmo de zamponas, quenas y bombos.La gente, en su mayoria curiosos blondos turistas de camara en cuello, se acercaban animosos y no dudaban en dejar uno que otro billete o moneda en un negro y rustico sombrerito de pano mientras ensayaban (o al menos lo pretendian) unos torpes pasos baile que mas parecian aludir a los tumbos de un comico beodo al borde del colapso total que a un festivo danzante en union con la pachamama.
Pasaron unos minutos cuando me decidi a pararme y caminar por cada tienda antes de entrar a la sala de abordaje. Vi casacas, chullos, el cd del cholo soy que habia servido para una de las escenas de la pelicula mas reciente de James Bond, enciclopedias, etc. Los musicos atraian cada vez mas gente y el sombrero en el suelo se llenaba cada vez mas de billetes verdes con el rostros de Jackson y Washington y monedas de dos a cinco soles. Vage cerca de media hora entre souvenirs y turistas sonolientos hasta que decidi dirigirme a la sala de embarque. La encontre medio vacia. Un asiatico con apariencia de hacker dormia placidamente sobre sus maletas y yo no encontre mejor opcion que hacer lo mismo. El asiento al que me dirigi era, esta de mas decirlo, pequeno e incomodo. Tuve que arreglarmelas para acurrucarme junto con mi maleta fosforecente y mi bolso de mano mientras un exageradamente rollizo texano con sombrero de cowboy se acomodaba precisamente a mi costado junto con su esposa igual de obesa y sudorosa. Me imagine a mi mismo meses despues, regresando a Lima con un sombrero asi y con acentuado y canturron acento sureno propio de las gentes descendientes de los antiguos cowboys a los que habia conocido por medio de los westerns que habia visto desde pequeno durante aquellos entranables fines de semana junto con mi abuelo Maximo. Pero no, no me dejaria alienar como tantos otros latinos que buscan el mal llamado american dream porque para mi ese ideal de la vida perfectamente nortemaericana era un mero cuento chino a los que estamos acostumbrados por vivir precisamente en un pais mediocre y con un clase politica que deja mucho que desear. Me prometi regresar igual o mejor de como me fui, pero nunca transformado ni hecho un cholo agringado, pues cholo soy y no me compadezcas.
Atencion pasajeros del vuelo CO-091 de Continetal Airlines, sirvanse pasar a la sala de embarque numero 6 …– habia estado durmiendo cerca de media hora cuando la voz de la mujer robot me saco de mi sueno de inca kola y arroz con leche. No habia ni abordado el avion y ya empezaba a extranar, a pesar de todo y todos, al Peru con el trafico infernal de la Arequipa y la Javier Prado a las siete de la noche, con las huelgas diarias y casi religiosas de medicos y profesores, con el precio excesivamente del combustible y el pasaje universitario y por los fracasos continuos de la seleccion de futbol que se dicen ser profesionales y solo juegan por el dinero y no por amor a la camiseta.
Ultimo llamado para los pasajeros del vuelo CO-091 de Continen…- era hora. Tome mi maletin de mano y a rastras me dirigi al gate numero 6, mi maleta se negaba a avanzar y por una extrana razon parecia hacerse mas pesada a medida que me acercaba al umbral decisivo entre el Peru y norteamerica. Cuando mis documentos fueron revisados por ultima vez supe que era tiempo de decir adios a las frias paredes blancas que era el unico pedazo de pais que me quedaba. Mire las atestadas tiendas de souvenirs, escuche a lo lejos el nostalgic sonido de un huayno ayacuchano y dando un sonoro respire me adentre junto con mi pesada maleta envuelta en la cinta fosforecente y con mi incertidumbre disfrazada de una falsa adrenalina que no supe de donde rayos habia salido, a traves del plateado tunel cilindrico hacia el hall del avion donde una amable aeromoza me condujo a traves de los asientos de la clase comercial hacia mi butaca justo al lado de la ventana empapada por la tipica neblina limena. A mi lado una joven mujer de unos 28 se ubico junto con su pequena hija mientras yo examinaba el touch screen que tenia frente a mi asiento. Una voz dio la bienvenida electronic dio la bienvenida a los pasajeros del CO-091 y pidio que nos ajuestemos los cinturones pues estabamos a punto de partir. Mire por la ventana a lo lejos las farolas titilantes y el faro enhiesto del puerto chalaco. El ave de acero empezo a correr a 300, 500, 700 kilometros por hora hasta despegar con un subito jalon de gravedad mientras yo no despegaba la mirada de las luces, las playas y el malecon de la Lima brumosa y solitaria, infeliz y medio radiante que ahora dejaba en busca de un sueno de dolares y hamburguesas sabor a carton, una tierra extrana e imposible donde nadie es lo que parece y donde, a pesar de todo, aun hay sonadores que viven en pesadillas.